viernes, 26 de abril de 2019

"Debemos dejar el petróleo bajo el suelo"

OTRO MUNDO ES POSIBLE
Comunidades indígenas pararon en la Justicia de Ecuador la explotación de crudo
Último momento: acaba de sentarse un gran precedente, de repercusión continental, en la justicia ecuatoriana. Un tribunal falló en favor de las comunidades Waorani en su reclamo y de este modo suspendió una eventual explotación de crudo mientras el proceso escala a instancias judiciales superiores.
En la ciudad de Puyo, capital de la provincia de Pastaza, 16 (¡dieciséis!) comunidades Waorani exigieron que se reconozcan sus derechos y se les compense por los daños sufridos, que se remontan a 2012, cuando el Estado decidió licitar parte de su territorio ancestral para actividades petroleras. “Nuestra lucha -sostienen las comunidades- es por el bosque, por los ríos, por las generaciones futuras y por todo el planeta. ¡Debemos dejar el petróleo bajo el suelo!”.
La "nacionalidad Waorani", que habita el territorio hoy llamado Ecuador y ha sido desde siempre una de las resistencias más bravas y temidas por los primeros conquistadores, demandó judicialmente a ese Estado para que deje de actuar a favor de las empresas petroleras. “La lucha de los Waorani es la lucha histórica de nuestras nacionalidades, que simplemente están reclamando sus derechos. Que exista la consulta previa, libre e informada. Y mientras no exista la consulta previa, libre e informada, el gobierno está violando la Constitución y los acuerdos internacionales. En este sentido, el único camino es la lucha y la resistencia. Vamos a seguir defendiendo nuestros territorios”, afirma una voz Waorani.
Y a propósito de los "nuevos" conquistadores, un anciano rememoró ante el tribunal: "en el 2012 el gobierno (de Rafael Correa) vino muy poco tiempo a la selva para ofrecernos salud, educación, viviendas, pero nunca sabíamos que querían explotar petróleo. Nuestro territorio está sano, no hay contaminación. Nosotros, Pikenanis (sabios Waorani), nunca vamos a vender nuestro territorio a las petroleras. Queremos vivir bien en nuestro territorio".
Hace apenas unas horas se conoció la noticia de la victoria judicial de esta demanda, que fue sostenida con importantes manifestaciones en las que participaron otras naciones indígenas de la Amazonia ecuatoriana y también líderes indígenas de América del Norte.
Mientras aquí, bien al sur del Sur, vendedores de espejitos de colores de una y otra "ideología" (¿?) ponen las fichas en la aberrante explotación de Vaca Muerta, desde la profunda Amazonia las naciones originarias vuelven a enseñarnos que las soluciones, si las hay, vienen de un cambio de lo que se conoce como "matriz productiva" y, junto con él, un cambio de paradigma civilizatorio.
Otro mundo es posible, y no viene de los "costados", sino de abajo y de la ancestralidad.
Jallalla Nación Waorani! 🌈

✍️ D.A.T. para Hacía Blog Zaratustra / http://haciablog-zaratustra.blogspot.com (copyleft, comparta sin permiso)

Más info sobre los antecedentes en:

sábado, 20 de abril de 2019

Antiderechos y posverdad

La ley de divorcio no obliga a nadie a divorciarse.
La ley de matrimonio igualitario no obliga a nadie a casarse.
La ley de interrupción legal del embarazo no obligará a nadie a abortar.
Ahora bien: o mejor dicho, AHORA MAL...
La nueva ley de vacunación sistemática sancionada en enero (ley 27491, llamada de "control de enfermedades prevenibles por vacunación" y también conocida como "ley Yedlin") obliga a todo el mundo a vacunarse, con todo tipo de vacunas cuya efectividad y -sobre todo- cuya inocuidad está científicamente cuestionada: no hay acceso a prospectos para las personas vacunadas, como sí lo hay en cualquier medicamento comprado en farmacia, y así nadie sabe exactamente qué le inoculan en su torrente sanguíneo. ¿Será preferible tener aluminio o mercurio en sangre antes que exponerse a un hipotético contagio de enfermedades que, por otra parte, no siempre constituyen un peligro real? ¿Dónde queda aquello de que "en mi cuerpo decido yo"?
Yo no soy "anti-vacunas", por si alguien me quiere meter apresuradamente en alguna bolsa del Supermercado de la Posverdad. Aquí no se trata de etiquetas, sino de derechos, empezando por el derecho a la salud pública. Que puedas ir en cana o que te separen de tus seres queridos que están a tu cargo por no acceder a vacunaciones sistemáticas y desinformadas, va contra tus derechos y los de tus seres queridos. Si el Estado decide, sin tu consentimiento, que tu hijo o hija debe recibir una ignota (cuando no sospechosa) batería de vacunas como condición para acceder o permanecer en el sistema educativo, ese Estado está atropellando el derecho a la educación. Y si el Estado, para darme una licencia de conducir, un pasaporte o un título, me obliga a colocarme en el cuerpo algo que yo no quiero, evidentemente no estamos ante una presunta rivalidad de "provacunas" y "antivacunas" (por si no quedó claro, yo no soy "anti", y no me opongo a que quienes así lo deseen se vacunen como y cuanto quieran). Es más bien al revés: estamos ante una ley anti-derechos.
Yo adhiero al Consentimiento Informado y no a la vacunación obligatoria, desinformada y eventualmente compulsiva que la ley 27491 consagra en su letra. Por eso sostengo que esta ley debería ser urgentemente revisada, cuestionada y eventualmente derogada, en bien de los derechos humanos consagrados en la Constitución Nacional.

viernes, 12 de abril de 2019

Postales de guerra (memoria del arboricidio)

Cae la tarde. El cielo se ha nublado. En la vereda del Centro de Salud "Zenón Santillán", muchas almas hacen cola para el colectivo que las lleva de vuelta a los suburbios o al centro mismo de la indiferencia. Dentro del hospital donde hace unos años murió mi madre, otras almas han de estar decidiendo qué viaje emprender y con quiénes. Entre ellas, algunas que no hablan ni caminan, que nunca hablaron ni caminaron, no por alguna invalidez sino por su naturaleza de árboles. Sus cuerpos muestran los muñones de la enésima "poda", decidida hace dos meses, en pleno verano de 40º por vaya a saber qué autoridad competente, a partir de vaya a saber qué criterio.
No hay una guerra formalmente declarada, pero en el hospital que es orgullo del sistema de salud pública, sus víctimas, los amputados, se exhiben desnudos y dolientes sin que nadie se conduela ni tan siquiera se estremezca. Los brazos tronchados miran ciegos hacia las nubes, preguntándoles en silencio por la visita del agua. A media cuadra de ellos, otros miembros recién cortados yacen en el suelo, entre un charco de follaje: hoy, jueves 11 de abril de 2019, alguien hachó otro árbol del predio del hospital, esta vez el de la esquina de avenida Avellaneda y Santa Fe.
Se sabe que a pocas cuadras, en el centro mismo de la ciudad, la postal se repite, con otros rostros de madera y su similar mueca de dolor. A su alrededor también pasan los rostros resecos de los transeúntes, con bolsas, portafolios y mochilas que cuelgan de los muñones de sus almas.
No hay parte de guerra. Ni bitácora de conquistador. Ni apenas expediente de funcionario público. Sólo hay otra víctima de una larga cacería donde el cazador apunta reiteradamente contra su propio corazón, sin saberlo. Ese corazón que los árboles auxilian y oxigenan todos los días de su vida, sin caminar, sin hablar, al menos no en la lengua del cazador.