viernes, 10 de julio de 2020

La gata que vive conmigo


La gata que vive conmigo es una aparición. No digo que sea un fantasma, sino una aparición. Es un ser que vino un día a mi vida y se quedó. Yo no la "adopté" ni  mucho menos la busqué. Fue ella quien me buscó. Una noche, simplemente, ella se materializó frente a mi, como el Eternauta frente al escritor.

Nunca supe ni sabré cómo entró a la casa, ni de dónde venía. Parecia demasiado pequeña para haber entrado por su cuenta, aunque era bastante crecidita como para arreglárselas muy bien con los ritos de la higiene personal, la sociabilidad y las caricias. Me asumí como su madre humana tan pronto como descubrí que mi amada era su prolífico padre.

Sí. Dije higiene personal por dos razones: primero, porque ella es una persona muy pulcra en el cuidado de su pelaje, como buena gata; y segundo, por mi higiene personal, particularmente la del espíritu, a la que ella tanto ha contribuido. Semilla me ayudó a limpiarme el alma, y en eso estoy -estamos- todavía.