martes, 12 de mayo de 2020

Soneto bendicente


a Patricia, naturalmente


Esa mañana yo me desperté 
con el verso final en el oído: 
"Ella bendice", fue lo que escuché. 
Era un presagio o algo parecido.

Era un soneto -nunca lo dudé-. 
Y salté de la cama decidido 
a escribirlo, pero jamás lo hallé.
Quedó ese verso, huérfano y perdido.

Desde entonces, lo abrazo cada día
como a un cuadro salvado del naufragio.
Y aunque no es el soneto que quería,

el verso vuelve a mí como un presagio
o como un mantra que me salva y sana:
"Ella bendice el cuadro y la mañana".

Daniel Aráoz Tapia / Abril~mayo 2020

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