jueves, 1 de septiembre de 2016

Camisinhas (El final de un simulacro)



La "consolidación" de Michel Temer como presidente, tras la previsible destitución de Dilma Roussef, es la peor noticia institucional (y humana, por cierto) que puede llegarnos desde Brasil. Temer, al frente de un rejunte de políticos reaccionarios, racistas y misóginos, es el nuevo ungido por el poder corporativo para suceder a la que hasta hace diez minutos fue su aliada del PT. Duele, cómo duele, ver el naufragio de un partido que nació del corazón de la clase trabajadora industrial del ABC y terminó convertido en una pieza fundamental del plan corporativo para el Brasil hipercapitalista del siglo 21. Los consabidos escándalos de corrupción lo perdieron, no su demostrado poder de fuego contra las protestas sociales, que le sobró, ni su vocación de enfrentar a corporación alguna, que le faltó.
La víctima no es, pues, Dilma Roussef ("heroína" en el imaginario de un relato épico que no ve ni quiere ver los crímenes represivos, económicos, políticos y ambientales del PT), ni siquiera la "democracia" brasileña, que se recicla y se reacomoda ahora bien a la derecha. Las víctimas de este "golpe blando" son y serán -una vez más- las mayorías empobrecidas del campo y las ciudades, y por supuesto la Amazonia, ese inmenso botín para el saqueo, ahora más "accesible" que nunca. El PT ya fue usado y tirado, como un preservativo, por las corporaciones, que siempre juegan con los jugadores que más les convienen en cada momento histórico. Este es el turno de la "derecha" explícita, no de los simulacros progresistas que, a la larga o a la corta, siempre le son tan funcionales a esa "derecha".
Si lo sabremos aquí al sur, donde un "progresismo" bastante más indigno que el PT fue capaz de criar, alimentar y hacer ganar la presidencia a un Hijo de Macri.

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