Yo sé que la proximidad puede confundirnos y hacernos magnificar las sensaciones. Pero lo diré igual: esta noche, es decir hace unas pocas horas, vivimos una de las más intensas funciones de Roberto el Cruel desde que estrenamos.
Creo que es un trabajo potente, cuidado, movilizador. No sólo por las devoluciones que nos siguen acariciando, sino porque lo siento como jugar una semifinal: se transpira, se deja el alma, se disfruta y se festeja.
¿La final? Está por venir, y son dos: los sábados 19 y 26. Se reservan plateas, y no digo más. Debo honrar cierto pacto sellado con unos badulaques.
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