Otro rescate de mi memoria y de alguna vieja antología escolar de secundaria. |
La mesa del Congreso
En casa de los Aráoz
estuve muy de mañana:
finos dedos me guiaron
y fina voz musitaba.
Allí vi un patio tras otro,
soledad los habitaba.
En uno había un jazmín,
¡Dios, qué jazmín allí estaba!
desde un rincón y de un siglo
diré que se derramaba.
En otro había un gran árbol:
la fortaleza hecha savia.
De pronto se abrió una puerta
y después una ventana.
Érase una habitación
que un solo mueble amueblaba.
Había un olor glorioso
de caoba y remembranza,
que la mesa del Congreso
en el centro palpitaba.
Yo la vi como agitarse
de candelabros de plata,
de carpetas, de tinteros,
de salvaderas colmadas,
de ramilletes de plumas,
de arengas y de plegarias.
¡Oh, la mesa de las mesas
para el Acta de las actas!
Pusimos la mano en ella,
nos retiramos de espaldas,
se cerraron los postigos
y nos fuimos sin palabras.
Me pareció que el jazmín
y la brisa tucumana
a destiempo se cubrían
de una nieve azul y blanca.
Baldomero Fernández Moreno
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