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Patio del Rectorado (Universidad Nacional de Tucumán) a las 6 de la tarde de este martes |
Por tercera vez en menos de dos semanas, la estatua de
Juan B. Terán escuchó hoy, impertérrita, las exigencias de justicia para las estudiantes abusadas, ley de emergencia en violencia sexual y doméstica, boleto estudiantil gratuito y comedores universitarios, entre otras. El rector fundacional, ése que mira sereno desde la Historia hacia el portón de entrada, no sabe y no puede atender estos reclamos tan poco
académicos. Sin embargo, sus oídos sólidos habrán tomado nota, probablemente, de que algo nuevo está ocurriendo en su casi centenaria casa. Es que el patio ya no es el mismo con tanto perfume de asambleas. Tampoco la reja que pizpea tanto abrazo, ni el blanco de las paredes que ahora se sonrojan con carteles que dicen "este cuerpo no se toca", "policía = impunidad" y cosas así.
Algo nuevo. No necesariamente épico, ni heroico. Algo que no ocurre cuando al "movimiento estudiantil" lo mandan punteros políticos y burócratas de carrera. La estatua, en el fondo de su pétrea sobriedad, acaso lo sabe. Aunque su traje cruzado no pierda la compostura.
Muy cerca de allí, inmóvil como la estatua, hay un rector que escucha menos que ella y tiene, decididamente, la cara de piedra.
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