Cuando supo, desde España, que Eduardo Perrone había muerto, Peri Azar empezó a recorrer el último tramo de un proyecto que marcó su vida más de una década atrás. Ahora, dice, vino a ponerle un punto aparte, o acaso final. Y lo de ella es un muy buen punto. Por si las lágrimas, conociéndose, la realizadora tuvo el cuidado de escribir las palabras de presentación de su corto.
Viaje iniciático de una videasta veinteañera al submundo de su propia ciudad; registro de una aventura en los territorios más genuinos de un escritor singular ("su oralidad", subraya Peri en el videograph al final del corto); restos salvados del naufragio de un largo que no fue (por falta de presupuesto, causa tan común como el Preso de su novela); entrevista con matices sociológicos y políticos, que van desde la desprotección de los creadores hasta la imbecilidad asesina de una dictadura... Seguramente hay más de dos o tres lecturas, igualmente válidas, de esta pequeña obra de arte desprolija y entrañable. "No tiene calidad", advierte la realizadora en su presentación escrita, que interrumpe más de una vez con la voz ahogada por una pena muy suya. No tiene calidad, "aunque sí sentimientos", redondea la joven ahora treintañera, radicada en España. Pero los sentimientos, cabe preguntarse, ¿no implican, no transmiten, no generan cierta especie de "calidad" muy particular, diríase intransferible? ¿Cómo no agradecer, desde la platea, la charla fresca y soleada con Eduardo Perrone, a quien no se suele ver en ningún lado, en ningún medio, en casi ninguna imagen? (hagan la prueba de Google, sin ir más lejos). Y el público lo agradeció.
La noticia - que probablemente no será noticia en diario alguno - sería más o menos la siguiente: un público puntual, amistoso y generacionalmente mixto, aunque con mayoría juvenil, agradeció con largos aplausos en la sala de El Árbol de Galeano colmada hasta arriba, el cortometraje "Perrone, escritor" (20') de la tucumana Peri Azar, en la noche del jueves 27 de enero. Faltaron escritores y escritoras, salvo alguna que otra honrosa excepción.
El escritor tucumano que se convirtió en best-seller en los '70 (cuando se mandaba a hacer "dos trajes en un mes, por sastre") y murió a la intemperie en julio de 2009, sobre las vías del tren, cerca del vagón que fue su refugio de indigente en sus últimos años, ya tiene su documental. Eduardo Perrone, Buby para los amigos, ya es parte del mundo de nostálgicos pixeles donde vivirá por siempre su sonrisa avispada, estragada por el alcohol y su voz de cauteloso acento provinciano. Poco importan la calidad preprofesional del audio, que se cubre con oportuno subtitulado, o la pérdida en 2003 de todo el material sin editar de testimonios que iban a usarse en el malogrado largometraje, cuyo making-off eran las imágenes que ahora conocemos. A esta altura, esa pérdida doblemente dolorosa - en lo personal y lo profesional - es sólo anécdota. Y el trabajo de Peri Azar, aunque accidentado e involuntariamente fragmentario, resulta de un valor insospechado, quizás, hasta por la propia autora.
Son bienvenidos los dichos del novelista sobre la prostitución y "la policía venal", sobre la trata de blancas y el tráfico de drogas en aquel Tucumán que expuso en Visita francesa y completa, su segundo gran éxito de ventas. Son histriónicos sus recuerdos del día en que vio pasar a Bussi por su esquina, como son coloridas sus menciones de las notas en La Opinión, en el Buenos Aires Herald, en Gente ("¡cinco páginas!") y hasta en Vosotras. Un Perrone de sensatez brutal reflexiona sobre las trampas del negocio editorial y el vacío legal que condena a los autores, marcando una analogía con los músicos y hasta cantando con aplicada entonación el Candombe para José (cuyo autor, Ternán, tocaba para pagar la cama de pensión mientras su canción llevaba vendidos decenas de miles de discos, EP dixit). Un Perrone tanguero rememora su opción entre dos amores: ante el exilio de su compañera amenazada de muerte, él tomó la decisión de quedarse en el país tras el golpe ("cuando Buenos Aires ya estaba vacía, y no había qué hacer, dónde ir, dónde trabajar"), para no alejarse de su madre: hijo único al fin. Un Perrone amargo, reaccionario como un vino picado, estigmatiza a unos niños que merodean su guarida: "ésos son chorros... ¡ya han nacido malos!": ¿hijo de su entorno al fin? Y un Perrone con clarividencia a lo Vallejo descarga algo como una certeza: "me voy a morir en una estación de tren".
Peri, quien también se expresa en su blog Tocador, anuncia que colgará próximamente el corto en Vimeo, ya de regreso en España. Acá, en Tucumán, nos quedan perspectivas de interacción múltiple entre quienes buscamos aportar algunas chapas en el rancho de cierta memoria colectiva. Ciertamente, el de Peri ha sido para nosotr@s un muy buen punto. Punto y seguido.